sábado, 9 de febrero de 2013

LA CIUDAD QUE SIEMPRE VUELVE

Esta es la ciudad que vuelve a mis sueños una y otra vez, 
tras su muro de aguas bravas y su mar…
frente al que tantos poetas se sentaron para encontrarse.




Al anochecer, cuando suena la pólvora,
se encienden las sombras, y ya a oscuras,

las calles se vuelven de otro tiempo y otro mundo,
como si se llenaran de espíritus del pasado.



Empieza entonces una especie de magia
 que mezcla en el aire las nostalgias atrapadas
y las ilusiones por fin cumplidas.
Es una hora bruja, inexplicable y misteriosa
que te atrapa y te seduce para demostrarte
que el tiempo sí puede detenerse unos instantes
 para que los sueños dejen de ser sueños…



En ese trance hipnótico te sientes con el poder de entrar y salir de tus propios sueños,
de controlarlos a voluntad. Y, a sabiendas de que es falso,
prefieres vivir esa mentira mil veces antes que cualquier verdad.


Es una sensación vertiginosa y adictiva.

No quieres despertar, para que ese asombro no se pierda nunca.


Y al final ese sueño termina por convertirse en necesidad.


Al amanecer, cuando asoma la luz,
las calles vuelven a untarse de nuevo con el bullicio de la gente.
Entre ceibas y flamboyanes flota el olor a café.
Las carretillas de madera inundan el aire de mango y guayaba.
La ciudad se vuelve blanca y luminosa para mostrarse sus dos caras,
se desnuda frente a ti para enseñarte que sus contrastes forman parte inseparable de su belleza,  
arrogante y señorial, a veces, abandonada y derruida, otras.  



La tarde pasa entre risas de niños y
ojos de mujeres que parecen hechos de estrellas.
 Al mirarlas, uno cree que aquí, la belleza es la norma.

De fondo suenan las voces del maní y a lo lejos en la Ciudad Vieja,
se escucha la eterna canción del agua y las piedras en esa infinita querencia hacia el mar.


En esta ciudad donde lo poco da para mucho,
el mineral más valioso se convirtió en pueblo.

Aquí empezó el Nuevo Mundo y el camino a todas las Américas.


Cuando su danza suena en tu sangre ya estarás atrapado para siempre.


Un día despiertas y compruebas que estás lejos.
Te quedas pensativo y absorto… y sólo piensas en volver,
y entonces,  quieres dormir otra vez, para seguir soñando de nuevo.

Ahora vuelvo a estar lejos, más no me importa,
porque esta noche la espero de nuevo en mis sueños.

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